martes, 19 de marzo de 2013

Girls y el síndrome Dunham


Lena Dunham es, toda ella, un grupo significativo de síntomas y signos que concurren en tiempo y forma. Es un cuadro clínico que reúne todo lo que no quiere ser el fragmento generacional que intenta retratar. Las causas para ver Girls son variadas: baja autoestima, necesidad de una pieza que capte las tropelías de la generación post-20, la búsqueda de un arquetipo que explique una etapa de confusión... Hasta aquí todo bien: yo me encuentro dentro de ese grupo a favor de las series de veinte minutos con las que empatizar. La única pega es que lo último que necesitaba la televisión era una "joven creadora" como Lena Dunham: tanto en Tiny Furniture (2010) como en Girls se muestran unos valores que engloban a una juventud narcisista e inmadura que comete los mismos errores una y otra vez y no es capaz de establecer una sola relación social sana. En Girls no hay amistad, solo interés; no hay amor, hay soledad y conformismo; no hay valentía, hay huídas. Hannah solo se preocupa por sí misma, Marnie no come ni deja comer, Shoshanna es egoísta e inmadura y Jessa no sabe afrontar los problemas. Son defectos absolutamente realistas, pero es menos habitual que los tengamos todos a la vez y multiplicados por diez. ¿Dónde están las virtudes de las chicas de Dunham?

Sería estupenda una serie que reflejara ciertas inseguridades propias de esta etapa, que fuera realmente provocadora y sincera y no basara su discurso principal en que su creadora saliera desnuda en cada capítulo. La revolución de la televisión debería ser algo más que las tetas de Lena Dunham y una serie de gifs de Tumblr. El aire pretencioso de Girls domina todas las tramas hasta tal punto que resulta esperpéntico buscar una similitud con la vida real, y el final de la segunda temporada pone sobre la mesa una moraleja moralmente imposible: no importa cuánto daño hagamos, siempre obtenemos lo que queremos. Estas aspirantes a princesas son lo más parecido a un subproducto caricaturesco y actual desarrollado a partir de Samantha, Miranda, Carrie y Charlotte. Al menos ellas tenían zapatos bonitos. Las veinteañeras de hoy en día cometemos errores, pero no somos gilipollas, y si a los personajes de Girls les cambiamos sus Tourettes mentales por zapatos, galerías de arte (¿Marnie?), bufetes de abogados o columnas periodísticas (¿Hannah?), ahí tenéis vuestra respuesta: nos han colado un nuevo retrato que se asemeja poco o nada a la realidad bajo un cielo de temas de The Vaccines, Fleet Foxes o Belle and Sebastian al igual que hizo Gossip Girl. Girls debe ser la voz de una generación perdida en una gran ciudad, una generación que no sabe de nada pero aparenta saber de todo. Pensándolo bien... Dunham ha creado la visión juvenil que nos merecemos.

*Contraindicaciones: el síndrome Dunham podría causar efectos secundarios como la necesidad de quitarse la camiseta en público, ser pisoteada repetidas veces por algún ex-novio o la pérdida de dignidad en un sitio público sin motivo aparente.

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